A veces
un año pasa deprisa y otras veces parece una eternidad. Recuerdo como si fuera
ayer la amarga despedida en la estación de Renfe con apenas 20 kg de equipaje y
mucha esperanza. En este punto del camino, uno gira la cabeza para ver y
analizar el desigual recorrido trazado.
¿Locura?
¿Coraje? ¿Ambas cosas? Salir del nido en busca de algo mejor, hacia un objetivo
incierto es un primer paso muy duro, pero no imposible. Es necesario estar
preparado para asumir la derrota y el rechazo. Es necesario saber ganar y
perder.
Este
camino se ha ido cruzando con los de otras muchas personas, por suerte y por
desgracia. De todas y cada una de estas personas he aprendido algo y lo he
llevado en mi mochila. Gracias a ello uno es capaz de abrir su mente, de
escuchar. De conocer otras culturas y opiniones. De entender mejor la propia.
A lo
largo del año he aprendido muchas cosas sobre mí, nunca sabes qué situación
puede llevarte al límite y mucho menos como eres capaz de reaccionar. Pero es
necesario afrontar los problemas y las decisiones, muchas veces teniendo
grandes apoyos a tu lado, pero otras tantas enfrentándose uno mismo a lo
desconocido. He descubierto que he crecido y he dejado atrás partes de mí,
sustituyéndolas por otras nuevas o simplemente perdiéndolas.
Y aquí
estoy, un año después de aquel 22 de febrero, en medio del camino. Contento y
satisfecho por lo conseguido, pero con ambición de avanzar por esta senda con curvas,
subidas, bajadas…pero siempre adelante, y con la seguridad de que, en un futuro,
terminará en casa.
Gracias
a todos aquellos que habéis hecho posible que siguiera en el camino, siendo mis
muletas en los peores momentos. Vielen Dank meine Freunde, ohne euch
könnte ich nicht meinen Weg entlang weitergehen.
“Nunca
vayas por el camino trazado, porque conduce a donde otros han ido ya”, Graham
Bell dixit.
